¿Te gusta el dulce de leche? Entonces, no puedes perderte esta receta de Pudin de Dulce de Leche. Con una textura cremosa y sabor irresistible, es el postre ideal para consentirte a ti mismo o sorprender a tus seres queridos. ¡Prepáralo en casa y disfruta de su delicioso sabor!
Tiempo de Preparación: 8 Minutos
Tiempo de Cocción: 10 Minutos
Tiempo Total: 18 Minutos
Porciones: 2 Porciones
¡No confundas este postre con el budín! Si bien el clásico pudding inglés hace referencia a lo que conocemos como budín, el nombre pudín es más adecuado para referirnos a este cremoso postre.
Un postre que en Argentina muchas familias se han acostumbrado a llamarlo… postre. De hecho, hasta el día de hoy es común encontrar polvos en caja para hacer preparaciones instantáneas de este plato que en su empaquetado son llamados como… postre.
¿Acaso no existen miles de recetas que entrarían en el grupo de postres? En fin, lo importante es que esta receta va a hacer que te eleves hacia las nubes al probar la primera cucharada. ¡Especial para comer viendo una película o para ofrecer a los más peques!
20gr Azúcar
20gr Maicena
300ml Leche
50gr Dulce de Leche
Echar un pequeño chorrito de leche en la maicena y revolver hasta que se disuelva bien.
En el resto de la leche, incorporar el azúcar y el dulce de leche. Mezclar. Luego, llevar al microondas para que se disuelva más fácil.
Después de sacarlo del microondas, usar un batidor y batir hasta que el dulce de leche esté bien integrado (puede tomar un rato largo).
Cuando ya estén bien integrados el dulce de leche y el azúcar, añadir la maicena diluida y mezclar.
En una olla a fuego medio, echar la mezcla y revolver constantemente hasta que rompa hervor.
Una vez que haya hervido y tomado una consistencia espesa, continuar revolviendo a fuego bajo por un minuto.
Pasar la preparación a los recipientes y dejar reposar a temperatura ambiente por una hora. Luego, pasar a la heladera.
(Preparate, porque la historia del pudín tiene tantas idas y vueltas como sus variaciones en el nombre).
El origen exacto de este postre no está bien definido. Se presume de manera general que su creación o al menos su perfeccionamiento comenzó en los conventos de Europa. Esta teoría es bastante coherente debido a que su elaboración es sencilla, su costo económico es bajo y su valor nutritivo es rico por el aporte de la proteína láctea.
Esto lo volvió un plato adecuado para los conventos, ya que estos han sido históricamente espacios de desarrollo y potenciación de la gastronomía dulce, que, sumado a la cultura eclesiástica de la austeridad que fomentaba la modestia en la alimentación, derivó en que se aprovecharan al máximo los alimentos y las recetas en búsqueda de platos simples pero suficientemente nutritivos.
Otra teoría situaría su origen en Francia, debido a las grandes épocas doradas en las que la repostería fue protagonista. Su popularidad inició en los tiempos de la República Romana dotando de ciertas influencias gastronómicas que actualmente llamamos como cocina mediterránea, aunque hoy en día Francia no sea su principal consumidor.
La introducción posterior de las especias a lo largo del Medioevo le dio a la cocina franca ese singular carácter que hoy tiene, aunque fue reconocido recién en el Renacimiento, época que liberó el gusto por los placeres mundanos en las distintas esferas de la actividad humana, trayendo consigo el desarrollo de golosinas e innumerables manjares de la repostería.
La receta de un postre similar está documentada en ciertos textos de la cultura catalana. En recetarios medievales catalanes entre los siglos XIV-XVI (por ejemplo, en el Llibre del Coch y el Llibre de Sent Soví) ya aparece su descripción, y es considerado uno de los platos dulces más antiguos en el continente europeo dentro de su categoría, siendo una evolución de las natillas clásicas (que contenían, además de lácteos, huevos), que ya eran conocidas varios siglos antes de Cristo en la República romana.
Este postre es mencionado reiteradas veces en el libro Calaix de sastre (siglo XVIII), escrito por Rafael de Amat y de Cortada. El nombre con el que es llamado en aquel texto es crema de Sant Josep. También aparece más tarde, en el siglo XX, en obras como la de Josep Pla, los poemas de Miquel Martí i Pol y muchos otros autores. La receta ha tenido variaciones, como el uso de la harina de maíz en reemplazo del almidón.
El postre se adaptó hasta convertirse en la actual crema catalana, que utiliza un soplete para darle color y caramelización en la cobertura.
En España, este postre es servido como comida tradicional del día del padre, que puede servirse con su superficie quemada o sin quemar. A veces se lo aplica como relleno en distintos tipos de tortas o en compañía de otros postres y frutas.
A pesar de su nombre y de toda la historiografía que acompaña a esta receta, están quienes opinan que el plato proviene de la cocina inglesa. En el Reino Unido se lo asocia con el Trinity College, Cambridge, en el que se sirve este postre tradicionalmente con las armas heráldicas de la institución impresas en su superficie crujiente con caramelo. La introducción en el Trinity College fue en el año 1879, aunque otros libros de cocina inglesa sitúan un origen anterior.
Porción: 1 porción ( 195g ) | Calorias: 112kcal | Carbohidratos: 18.8g | Proteínas: 6g | Grasas: 1.8g | Grasas saturadas: 1.1g | Colesterol: 8.8mg | Sodio: 77mg | Azúcar: 18.8g | Fibra: 0g | Grasas Insaturadas: 0.7g | Grasas Trans: 0g
*Disclaimer NutricionalPublicado por Federico Quevedo, el 15 de diciembre de 2021.
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