¿Buscas un postre cremoso y con un toque de nueces? Con su sabor suave y textura delicada, es el postre perfecto para cualquier ocasión. ¡Prepáralo en casa!
Tiempo de Preparación: 15 Minutos
Tiempo de Cocción: 45 Minutos
Tiempo Total: 1 Horas
Porciones: 4 Flanes
Vamos a darle un pequeño giro al flan clásico. ¿Tenés nueces a mano? Tomalas porque las vamos a incorporar y haremos un flan de nueces.
Esta es una manera de sorprender a tus invitados. Al momento de probar el flan, van a estar esperando disfrutar de ese sabor familiar que ya conocen, pero cuando el primer bocado llegue a sus papilas gustativas va a ser distinto.
La verdad es que existen infinidad de ingredientes que se le pueden añadir al flan y que lo potencias de una manera increíble. Así como esta versión tengo otras muy interesantes que podrás ver en mi página y en mi canal de YouTube.
6 Huevos
600gr Leche
200gr Azúcar
100gr Nueces
Esencia de Almendras
Para comenzar por el caramelo, ponemos una sartén a fuego medio e incorporamos el azúcar, esparciéndolo bien en la superficie de la sartén. Agregar poca cantidad de agua (sólo para humedecer el azúcar) y dejar al fuego hasta que empiece a burbujear. No mover.
Cuando lleguemos al punto de caramelo, volcarlo en los recipientes y esparcirlo a modo que cubra todos los lados. Para saber si el caramelo está en su punto, mojar un papel en la sustancia hasta que este tenga un color cobrizo.
Para el flan, ponemos en una licuadora la leche a temperatura ambiente, el azúcar, los huevos y las nueces. Licuar por unos minutos.
Volcar la mezcla en los recipientes y llevar estos a un molde plano.
Ir llenando el molde con agua hasta que esta cubra la mitad o ¾ parte de los recipientes. Llevar al horno por 45 minutos a 180º.
Sacar del horno y dejar enfriar a temperatura ambiente. Luego, refrigerar.
Consejo: al momento de servir el flan, para que el caramelo quede bien líquido, te recomiendo colocar los recipientes en un molde y cubrirlo con agua hirviendo, lo que va a producir que se ablande (detallado en el video).
Nuestro postre preferido ha estado presente en las cocinas y mesas desde los tiempos más antiguos. La historia que encierra este alimento de los dioses es rica en sucesos como lo es su sabor. Pareciera que el flan y la humanidad fueron hechos el uno para el otro.
Al momento de servir el postre, podríamos decir que el flan se ganó el título de clásico de clásicos. Sin embargo, ¿qué lo llevó a que se ganara aquel título? Básicamente, milenios de historia. Tanto es así que tendría derecho a llamarse Dios o Chuck Norris si así lo quisiera. Porque, si nos ponemos a pensar en buscar su origen, nos encontraremos con tiempos lejanos, especialmente cuando los romanos aprendieron la utilidad de domesticar pollos y gallinas, técnica que les permitió disponer de buenas reservas de huevo disponibles. Por supuesto que, en aquellos tiempos, el flan no se hacía con azúcar… Porque ningún europeo sabía de la existencia de aquel ingrediente.
La dulzura es algo que se construye con el tiempo. Y, parece que en el caso del flan, tanto tiempo dio sus frutos, porque en un principio se trataba de una receta salada. Conocido con el nombre de tyropatina, era una elaboración a fuego bajo que, cuando adquiría consistencia, se hervía con una especia que todos conocemos. ¿Ya adivinaste? ¡Sí, la pimienta! La verdad es que los antiguos romanos estaban enamorados de aquel ingrediente y lo usaban para todo lo que produjera sombra. Sin embargo, el paso del tiempo logró que ese ingrediente se sacara definitivamente de la receta y si te he visto no me acuerdo.
Si nos preguntaran quién fue el creador de este tyropatina, a quien podríamos evocar a Marco Gavio Apicio, gran chef de aquel período. No obstante, ninguna fuente es fiable como para otorgarle a ese personaje histórico el mote de descubridor del flan. Más bien es de esperar que su trabajo haya consistido en describir e inmortalizar su receta en sus libros.
Así como un clavo saca a otro clavo (¿quién habrá inventado esa frase? Dudo que fuera un carpintero), un ingrediente saca a otro ingrediente, y así como la pimienta se fue, llegó el glorioso y mágico momento para que arribara al escenario la miel. Ahora el flan se había perfeccionado y masificado, alcanzado una fama inesperada en el Medioevo y volviéndose el plato por excelencia de la Cuaresma. Los monjes preparaban flanes de todo tipo en los monasterios, agregando cualquier ingrediente que estuviera disponible cerca para nivelar la ausencia de la carne: fue así que llegaron a elaborarse flanes de frutos secos, flanes de pescado y hasta flanes de verduras.
Y ahora sí. Este es el momento en que aparece el ingrediente que todos agradeceríamos, aquel con el ya no podríamos entender cómo funcionaría el mundo sin él. Es el azúcar, que llegó de la mano de los árabes, que, en sus migraciones, lo dieron a conocer en España, Italia y Francia. Gracias a ellos, el flan adquiriría su verdadera identidad.
Este postre consigue su nombre durante el siglo VII precisamente, donde fue designado como flado en el idioma fráncico, palabra que refiere a una torta de carácter plano. Su denominación se mantendría relativamente estable por un extenso tiempo, aunque su receta iría variando. Si bien mantuvo cada uno de sus ingredientes esenciales (leche, huevos y azúcar), los españoles llegaron a elaborar hasta 1475 variantes de este postre, por considerarlo un alimento nutritivo y saludable. Cuando arribó al continente americano, fue la oportunidad magistral para que aparecieran las versiones modernas y definitivas que tanto apego nos generan hoy en día. Entre todas esas variantes, no podía faltar la argentina, esto es, el flan mixto (con crema y dulce de leche, para quienes no lo sepan).
Porción: 1 Flan ( 315g ) | Calorias: 548kcal | Carbohidratos: 63.7g | Proteínas: 21.8g | Grasas: 24.9g | Grasas saturadas: 6.1g | Colesterol: 343.2mg | Sodio: 246mg | Azúcar: 59.5g | Fibra: 1.8g | Grasas Insaturadas: 18.8g | Grasas Trans: 0g
*Disclaimer NutricionalPublicado por Federico Quevedo, el 29 de diciembre de 2021.
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