¿Eres amante del café? Entonces no puedes perderte la deliciosa receta de mermelada de café casera. Descubre cómo hacerla en pocos pasos y disfruta de su sabor único en tus desayunos y meriendas!
Tiempo de Preparación: 10 Minutos
Tiempo de Cocción: 8 Minutos
Tiempo Total: 18 Minutos
Porciones: 1 Porciones
Mermeladas. Las hay de todo tipo, ¿cierto? De durazno, de frutilla, de ciruela, de naranjas. La de frutos rojos, por ejemplo, es muy utilizada con los scones, especialmente en Reino Unido, y la de naranja suele incluir finas rodajas de cáscara.
Pero, ¿alguna vez probaste la mermelada de café? ¿O al menos sabías que existe? Un verdadero amante del café debería probarla.
Para días de verano, en los que hace demasiado calor para tomar un café pero aun así queremos gozar de su sabor en nuestro paladar, nada mejor que untar esta mermelada en unas tostadas.
250ml Crema de Leche
75gr Azúcar.
60gr Café Espresso.
Llenamos una olla grande con agua y la llevamos al fuego hasta que rompa hervor. Una vez que el agua esté hirviendo, introducir en ella nuestro frasco y su tapa separados y dejarlos alrededor de 5 minutos. Dejar secar solo, sin utilizar ningún elemento de por medio.
Llevar a fuego medio una sartén y verter en ella la crema de leche y el azúcar. Revolver por un buen rato hasta que comience a reducir.
Una vez bien integrados la crema y el azúcar, añadir el café y revolver hasta que reduzca y espese. Consejo: para saber si la mermelada llegó al punto deseado, echar algunas gotas de la preparación en algún recipiente con agua. Si las gotas se diluyen con el agua, la mermelada aún no está lista. Cuando las gotas caigan compactas, ya habrá alcanzado su punto.
Una vez lista la mermelada, apagar el fuego y volcarla en el recipiente. Dejar reposar una hora a temperatura ambiente y luego llevar a la heladera.
La historia de la mermelada es de las más dulces que podemos aprender en la gastronomía. La necesidad de hallar formas de conservar la fruta llevó a que se desarrollara uno de los alimentos más ricos y dulces que hay sobre la mesa.
Según las fuentes más recientes, los creadores de la mermelada fueron los egipcios de la Antigüedad. Ramsés II el Grande tenía sus propios confiteros que elaboraban mermeladas de hierbas, frutas y especias hace 3300 años. Estos productos se tornaron sumamente populares en el Egipto faraónico, lo que deja ver que la conserva de frutas era muy valorada desde tiempos antiguos.
Miles de años atrás era necesario explotar al máximo la disponibilidad de la fruta como alimento perecedero, por lo que se utilizaba miel para conservarla: la fruta era embadurnada con ella y así evitaba corromperte (por si no lo sabías, el cadáver de Alejandro Magno fue bañado en miel para conservarse durante su traslado a Macedonia durante el año 323 a. C.).
Las frutas estaban entre los más adecuados productos para conservar debido a su carnosidad y jugosidad. El damasco, por ejemplo, fue la fruta que más procedimientos obtuvo para ser conservada. Era secada en hornos, luego oreada al aire o al sol y se partía en dos o se formaban "orejones". Extraído el hueso, se la introducía en agua hirviendo y se la colocaba en vasijas con almíbar para más tarde ser reservada en frascos con cierre hermético.
La manera de extender el tiempo de vida de estos alimentos eran los confites, los jarabes, las cremas y las mermeladas, que los convertían en delicias en la Antigua Grecia y algunos sectores de Asia Menor, se enriquecían con rellenos de frutos secos.
Cuando en la Edad Media comenzó a implementarse el uso del azúcar en la cocina, las mermeladas se llevaban a cabo bañando en azúcar las frutas a conservar, que daba como resultado la confitura deseada. En las buenas casas, nunca faltaba este alimento vertido en vasijas o confiteras junto a caramelos, almíbares, grageas e incluso especias.
Cuando visitas de importancia acudían a los hogares, se abrían aquellos tarros y su aroma impregnaba el ambiente anticipando a los comensales a imaginar los postres que se servirían en la mesa. La pieza de cerámica más ostentosa en estas mesas era la confitera, una gran copa que se colocaba sobre una bandeja ovalada entre cucharas pequeñas.
Estas confiteras llegaban a ser de oro y esmaltadas con escudos o blasones de la casa. Podían adornarse con piedras preciosas y se acompañaban de un recipiente que contenía servilletas que las damas distinguidas llevaban a sus labios delicadamente tras probar el manjar.
Esas delicadas servilletas también eran utilizadas para limpiar las cucharas y los dedos de quienes probaban la mermelada con sus manos. En la corte del rey Juan Carlos I de España había un criado, llamado especiero, que se dedicaba específicamente a servir la mermelada.
En un principio la mermelada se servía en piezas alimenticias más sólidas que se ofrecían para regalar al invitado que se quería agasajar o se sacaban a modo de sorpresa cuando se daba una ocasión especial. El sentido original de la mermelada era evocar un clima festivo, una ocasión de alegría, un acontecimiento memorable para la familia.
La palabra para designar este alimento deriva del término portugués marmelada, que significa "confitura de membrillo". Tanto en portugués como en gallego, membrillo se dice marmelo, palabra que a su vez proviene del vocablo melimelum (lo cual es una variedad de manzana). Melimelum deriva, a su vez, del griego melimelon, que significa "manzana".
Porción: 1 Porción ( 100g ) | Calorias: 195kcal | Carbohidratos: 21.1g | Proteínas: 1.7g | Grasas: 11.9g | Grasas saturadas: 7.5g | Colesterol: 41.3mg | Sodio: 25mg | Azúcar: 18.8g | Fibra: 0g | Grasas Insaturadas: 4.4g | Grasas Trans: 0g
*Disclaimer NutricionalPublicado por Federico Quevedo, el 19 de enero de 2022.
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